Una pediatra avisa: la disforia de género en niños se
está abordando sin base experimental fiable
La presión ideológica sobre los médicos está conduciendo a la aplicación
sobre menores inseguros de tratamientos con consecuencias a medio y largo plazo
sobre las que no hay aún estudios concluyentes.
En una época en la que gana cada vez mayor
terreno la denominada "medicina basada en la evidencia" o "basada en hechos", la disforia de género y su
tratamiento en niños y adolescentes parecer ser la excepción, según
afirma Monique Robles, pediatra formada en la Universidad y en el hospital infantil de Dallas
(Texas) y máster en Bioética por la University of Mary de Dakota del Norte, con
un trabajo final precisamente sobre esta problemática. En un reciente artículo en The
Public Discourse, la doctora Robles denuncia el mal abordaje
de este problema precisamente en los pacientes más vulnerables, niños y
adolescentes:
Comprender la disforia de género y su
tratamiento en niños y adolescentes
Como pediatra de cuidados intensivos,
empecé a interesarme en la disforia de género mientras ampliaba mis estudios en
bioética. La disforia de género no formaba parte del currículo de la Facultad
de Medicina ni de la posterior formación como médico residente. Empecé a
preguntarme: ¿cómo es posible que en sólo una década hayan surgido más de cuarenta clínicas que tratan las cuestiones de
identidad de género vinculadas a hospitales pediátricos?
Evolución del diagnóstico
Antes el diagnóstico de disforia de género
era conocido como trastorno de la identidad de género, y entraba en la
categoría de disfunciones sexuales y parafilias. El nuevo término fue introducido en el DSM-5 publicado en 2013 [DSM: Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders, manual de referencia para los
psiquiatras]. La disforia de género está descrita como un conflicto preocupante
entre el propio sexo biológico y el género con el que la persona se identifica.
Las personas con disforia de género a menudo sufren depresión, ansiedad e ideas
suicidas.
El nuevo término diagnóstico fue
introducido para reducir el estigma asociado a la disforia de género mediante
la "despatologización" de esta condición. La disforia de género es
presentada como una variante normal de la experiencia humana, no como una
enfermedad mental. La angustia que acompaña a la disforia de género es
presentada como el resultado, no de las dificultades psicológicas del paciente,
sino de su falta de aceptación social. Entonces, ¿por qué mantener el diagnóstico en el DSM-5, si tenemos que
considerar la disforia de género como una variante normal y no como una
problema de salud mental?Según un psiquiatra que ayudó a redactar
los criterios del DSM-5, el objetivo es mantener la disforia de género
como un diagnóstico psiquiátrico para, así, mantener el acceso a la atención
médica.
Lo alarmante es que estos criterios son totalmente subjetivos, basados en las
preferencias, deseos o no deseos del niño, y han producido una mayor dicotomía
entre los estereotipos masculinos y femeninos.
Tratamientos preocupantes
Los tratamientos propuestos para la
disforia de género no han sido aprobados por la FDA (Food and
Drug Administration). Sin embargo, son legales y se
promocionan como la atención estándar en estos casos. Estos tratamientos incluyen
hormonas bloqueadoras de la pubertad, también conocidas como agonistas de la
hormona liberadora de gonadotropina. Dichas hormonas son consideradas
totalmente reversibles y son utilizadas para evitar el desarrollo de
características sexuales secundarias.
Sin embargo, llamarlas "totalmente reversibles" no es demasiado exacto. Estos tratamientos hormonales detienen el crecimiento óseo y disminuyen
su densidad, impiden la maduración y estructuración puberal del cerebro
adolescente como también el desarrollo del esperma y de los óvulos. Se empieza
su administración con el propósito de ampliar el tratamiento con altas dosis de
hormonas de sustitución, clasificadas como parcialmente reversibles. Esta
segunda tanda de hormonas son utilizadas como detonante para el desarrollo de
las características sexuales secundarias del género deseado.
Se han asociado muchos problemas de salud
a estas hormonas bloqueadoras de la pubertad, incluyendo disminución
de la densidad mineral ósea, aumento de tromboembolismos, desarrollo de un
perfil lipídico anormal y de un síndrome metabólico y aumento del riesgo de
enfermedades cardiovasculares y cáncer. Y lo más preocupante, esterilidad.
El estadio final del tratamiento de la
disforia de género es la cirugía para la reasignación de sexo. Esta cirugía es
irreversible y no está recomendada hasta que el paciente cumpla la mayoría de
edad legal. Sin embargo, en
California se están realizando mastectomías a menores, incluso de 13 años de
edad.
¿Dónde están las pruebas?
Para comprender estos tratamientos, hay
que leer detalladamente la reciente declaración de la American Academy of
Pediatrics (AAP, Academia de Pediatría de los Estados Unidos), de octubre de
2018: Ensuring
Comprehensive Care and Support for Transgender and Gender-Diverse Children and
Adolescents. Dentro del marco establecido por este documento, el
único objetivo del profesional de salud debe ser afirmar el género deseado por
el niño, sin importar la edad que tenga. Cualquier intento de
ayudar al niño o adolescente a identificarse con su sexo biológico es
considerado "injusto y engañoso".
La AAP afirma que mantenerse a la
expectativa limitándose a hacer un seguimiento es una actitud obsoleta porque
no responde a la preocupación que expresan muchos padres de jóvenes
transgénero. Inmediatamente después de la publicación de la declaración de la
AAP, los miembros del fórum de padres Gender Critical escribieron una
carta criticando la postura de la AAP, sus métodos diagnósticos,
su punto de vista sobre los problemas mentales asociados, su decisión de
ignorar la realidad sobre el desistimiento y la "detransición" y su
fracaso en aplicar la ciencia clínica.
La AAP tampoco está afrontando de manera
adecuada el fenómeno conocido como disforia de género de aparición
repentina (Rapid-Onset Gender Dysphoria). Esta forma de disforia de género de aparición repentina ocurre, sobre
todo, en grupos de chicas adolescentes, de una manera similar a como aparecen
los trastornos de la alimentación; esto sugiere que la disforia de género puede funcionar como contagio social, y que se difunde entre grupos de compañeros.
En 2017, la Sociedad Endocrinológica
publicó un documento
de sugerencias y recomendaciones relacionadas con la atención a las personas
transgénero. Sin embargo, aún no hay protocolos estándar. Entre las
recomendaciones escritas, aproximadamente el 21% son
consideradas como Ungraded Good Practice Statements [Declaraciones
de Buenas Prácticas no clasificadas]. Del resto de recomendaciones clasificadas, más de la mitad lo estaban sobre la base de
pocas pruebas, y más del 80% estaban clasificadas como
de muy baja a baja calidad en término de las pruebas que apoyaban su
implementación. Los estudios de
seguimiento realizados a posteriori revelan que
cerca del 85% de los niños diagnosticados con trastorno de la identidad de
género no mantienen la disforia de género durante la adolescencia.
Si la mayoría de los tratamientos
recomendados están basados en pruebas de baja calidad y débiles, y si la
mayoría de los niños diagnosticados de disforia de género no persisten en el
diagnóstico, entonces ¿para qué estamos llevando a cabo estos
tratamientos? Algunos argumentan que los
bloqueadores de la pubertad le dan tiempo a los niños para decidir. Las pruebas
no sostienen esta idea. Un estudio
de 2011 evaluó a setenta jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y
los 16 años de edad que estaban utilizando bloqueadores de la
pubertad. Ni uno solo de estos setenta jóvenes abandonó el tratamiento; al
contrario, todos empezaron el tratamiento con altas dosis de sustitución
hormonal.
Recuerden; cuando la disforia de género
infantil no se trata con bloqueadores de la pubertad, la gran mayoría de los
niños acaba identificándose con su sexo biológico. Los bloqueadores de la pubertad cambian el curso natural de la disforia de
género en niños. No permiten que los niños tengan tiempo para decidir. Y los médicos que administran estas hormonas a estos niños están tomando
la decisión en su nombre.
Impacto en la profesión médica y en la
sociedad
Ningún otro diagnóstico médico plantea una
amenaza tan seria a nuestra sociedad. Debemos preguntarnos: "¿A quién
estamos ayudando? ¿A quién estamos beneficiando?" Pensemos en las personas
diagnosticadas de trastorno de la identidad de la integridad corporal que
desean ser amputadas. ¿En qué son distintas a las que sufren de disforia de
género? ¿Por qué no es ético para un cirujano
amputar un brazo o una pierna sanos, pero lo es extraer o mutilar órganos
sexuales sanos? En ambos casos se viola el principio
de totalidad e integridad. La extirpación de una parte sana del cuerpo no tiene
justificación, porque no lleva al bienestar del cuerpo en su totalidad. Al
hacerlo se viola la dignidad de estas personas y no se trata el problema que
está a la raíz de su sufrimiento.
¿Por qué se permite que este campo de la
medicina sean tan indulgente respecto a los principios éticos? ¿Por qué no se
les proporciona a los niños y a sus padres información detallada? Deberían
conocer los beneficios y riesgos de cada tratamiento, deberían ser informados
de las terapias alternativas para, así, tener la opción de no hacer nada. Los padres están siendo engañados con el miedo y obligados a respaldar la
disforia de género de sus hijos. Los niños no tienen la
capacidad de consentir formalmente porque hacerlo requiere una compresión total
del tratamiento, de sus implicaciones y consecuencias (muchas de las cuales son
irreversibles). Su capacidad intelectual y de toma de decisiones no está aún
plenamente formada.
En una era de medicina basada en la
evidencia, la disforia de género está, de alguna manera, exenta.
No hay estudios controlados aleatorios
cuyo fin sea la búsqueda de los beneficios y daños potenciales causados por
estos bloqueadores de la pubertad y las hormonas de sustitución sexual en
niños. No hay estudios que incluyan el asesoramiento psiquiátrico. La comunidad médica ignora el cada vez mayor numero de hombres y mujeres
que se arrepienten de la transición y deciden "detransicionar". Los tratamientos médicos mejoran cuando se reconocen y se abordan los
resultados no deseados y los fracasos; pero, en este caso, esto no está
ocurriendo. Cualquier tratamiento centrado en ayudar a
los niños y a los adolescentes a identificarse con su sexo biológico es
considerado no ético. Se anima a no considerar el género como
una cuestión binaria.
Médicos
célebres como los doctores Paul McHugh y Kenneth Zucker, después de haber haber tratado durante décadas con la salud mental de
personas que se identifican como transgénero, han sido investigados y
denunciados por sus esfuerzos centrados en abordar el trastorno mental en lugar
de mutilar los genitales de sus pacientes.
Por desgracia, el impacto se extiende más
allá del campo médico. La educación sexual tiene como objetivo a niños cada vez más pequeños, a los que se
enseña que tal vez sean transgénero. Se están implementando en todas las
escuelas las Directrices para Estudiantes Transgénero y No Conformes con
su Género [Transgender and Gender Nonconforming Student Guidelines], forzando
así al uso del pronombre preferido y a la creación de baños y equipos
deportivos para estudiantes del sexo biológico opuesto. Los educadores que se niegan a implementar estas directrices pierden sus
empleos. Los padres que no están de acuerdo con el enfoque trans-afirmativo
para su hijo con disforia de género se enfrentan a consecuencias legales. En el ámbito deportivo, los hombres que se identifican como transgénero
compiten en eventos deportivos femeninos con una ventaja biológica injusta. Por
otro lado, se permite que mujeres biológicas que dicen ser hombres compitan
mientras reciben tratamiento con testosterona, algo que en cualquier otra
circunstancia se consideraría dopaje.
Un caso entre muchos que se ven
generalizando en todas las disciplinas deportivas: Mack Beggs, transexual, ha
ganado dos veces el campeonato de Texas femenino de lucha libre, en 2017 con un
balance de 57 victorias y ninguna derrota y en 2018 con 32 victorias y ninguna
derrota.
El tratamiento hormonal y la cirugía no
transforma a nadie en el sexo opuesto, no importa cuánto se identifique uno con
ese sexo. El sexo es una realidad científica y
biológica. Cuando a los niños se les administran estos tratamientos, se les
está diciendo que no gustan tal como son.
Soy una defensora de todas las personas
que luchan con su disforia de género y sus familias, y miembro de una profesión
cuyo primer principio ético -"Lo primero, no perjudicar"- ha caído en
el olvido. Debemos proteger los derechos de
conciencia de los médicos que, en este campo, practican una medicina basada en
la evidencia, para no ser reducidos a meros técnicos
que prescribimos tratamientos y realizamos procedimientos sin pensar en las
consecuencias de nuestras acciones.
Cuando se trata la disforia de género se deben abordar
los problemas mentales que están a la raíz de
este trastorno y que llevan a los niños y
adolescentes a identificarse como transgénero. Por suerte, algunos médicos
compasivos trabajan con sus pacientes y sus familias a través de historias y
experiencias, abordando a la persona de manera holística. Así, el cuerpo, la
mente y el alma forman una unidad, tal como estaban destinados a ser.
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