domingo, 24 de marzo de 2024

¿Por qué es importante fomentar la memorización?

 

¿Por qué es importante fomentar la memorización?

Nadie se queja de su falta de inteligencia, pero todos lo hacemos de nuestra mala memoria, apuntó alguien de cuyo nombre no puedo acordarme. Esto ha dado lugar a alguna que otra observación sarcástica, pero cabe también una lectura directa. Tenemos la inteligencia de saber que la falta de memoria es una desgracia aún mayor. Y podemos sortearla.
 
 
 

Por Enrique García-Maíquez

Artículo publicado en la edición número 71 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

El devastador efecto que, sobre la educación, han tenido los prejuicios en contra del aprendizaje memorístico se están señalando cada vez más, mejor y con mayor receptividad por los padres y los profesores, que ven ya los efectos del desastre. Gregorio Luri lo ha destacado con la claridad que le caracteriza: “Para pensar necesitamos conocer hechos, primero porque se necesita algo sobre lo que pensar y, segundo, porque las competencias (pensamiento crítico, razonamiento, resolución de problemas) están estrechamente relacionadas con el conocimiento factual de la memoria a largo plazo”. Además:  “Si los alumnos no guardan los conocimientos en la memoria, ¿dónde los guardan?”.

Ahora bien, el problema del debilitamiento de la memoria va más allá de la escuela y afecta a toda la sociedad. En parte, explicaba don Álvaro d’Ors por la facilidad para guardar las notas en dispositivos externos. Según el gran romanista, los pueblos antiguos gozaban de una memoria extraordinaria porque apenas tenían dónde apuntarse nada. El problema de la exomemoria de Google no es novedoso. Ya la imprenta supuso un paralelo -relajamiento de la memorización. A lo que hay que sumar el exceso actual de estímulos. De esto se dio cuenta T. S. Eliot: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”.

Clave para pensar

La lástima es que no aprovechemos la oportunidad para guardar en la memoria lo más significativo e importante, dejando para la exomemoria lo coyuntural. Si la memoria ya no es tan imprescindible para recordar, sigue siéndolo para pensar y para sentir. Y para recordar qué tenemos que pedir a la exomemoria que nos refresque. Fue quizá lo que quiso advertirnos, desde su siglo, Platón al identificar el conocimiento con la rememoración y, desde luego, Dante, cuando dijo que sólo sabe quien recuerda lo aprendido.

“Si la memoria ya no es tan imprescindible para recordar, sigue siéndolo para pensar y para sentir”

Quien recuerda, ama

Siempre me ha dolido la tristeza que embarga al conocido o antiguo alumno cuyo nombre no soy capaz de recordar. Yo puedo tener excusas, pero ellos tienen razón. Cuando se ama, se recuerda, por eso en muchos idiomas se dice que saber de memoria es saber de corazón (“to learn by heart”, en inglés), idea que está pudorosamente recogida en la etimología de “recordar” que remite al cor latino. En este reportaje sólo daré un consejo para mejorar la memoria: amar más. Y prestar atención, que es el amor de la inteligencia.

“Para mejorar la memoria hay que amar más. Y prestar atención, que es el amor de la inteligencia”

Un tesoro a proteger

En las memorias de quienes han estado en campos de concentración o en la cárcel, suele haber un agradecimiento muy cordial a los poemas y argumentos y datos que se pasaron de contrabando escondidos en la cabeza. Eran tesoros que nadie les podía quitar y que permitían escapar de las rutinas y de los tiempos muertos. En el Diario de la felicidad, Nicolae Steinhardt cuenta que, contra la tortura más terrible, la de un tiempo vacío e insignificante, la memoria se alza como un ángel salvador. Jorge Manrique la definió como “harto consuelo” contra la muerte, nada menos. En ella, si queremos, llevamos dentro a nuestros seres queridos, las bellezas del mundo, las verdades inmutables… No lo olvidemos.

Una propuesta educativa… memorable

En el ejemplar colegio Michaela de Londres han descubierto la pólvora. Comienzan sus jornadas recitando un poema motivador que hace las veces de la oración de la mañana en nuestros colegios católicos. No es lo mismo, por supuesto, y la oración hay que mantenerla, pero recitar una poesía al comienzo de la jornada conlleva una serie de virtudes pedagógicas que haríamos muy mal en desaprovechar. La oralidad de la poesía es una indispensable defensa paradójica de la literatura. Siempre lo ha sido, pero en una sociedad de la imagen como la nuestra, mucho más. Esos textos se proponen para ser aprendidos y se recitan para ser aprehendidos. Mucho mejor que cien lecciones magistrales sobre lo necesaria que es la memorización es que los alumnos descubran por sí mismos cómo recordar los tesoros literarios mejora su expresión, vivifica su conversación y facilita la creatividad.

¿Qué poemas, cómo y cuándo? Se puede memorizar un poema por trimestre, tres por curso. Serán poemas de gran calidad literaria, pero también de hondura antropológica y de ambición espiritual. Los poemas memorizados desde 1.º de la ESO a 2.º de Bachillerato serán 36, un número de textos que coincide con el que puede tener un libro de poesía contemporáneo. Cada colegio podría aspirar a tener su propia antología poética, según su entorno, su historia, su ideario y las virtudes concretas en las que querrían formar a su alumnado. 

El movimiento se demuestra andando, y las ventajas de la memoria se mostrarían memorizando parte de lo mejor que se ha pensado y escrito. Con poquísimo esfuerzo, en unos minutos cada mañana, los beneficios de ejercitar la memoria de los alumnos aprendiendo poesía serían… memorables.

Artículo publicado en la edición número 71 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España


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