jueves, 28 de abril de 2022

Flores a María en el mes de mayo, consagrado a nuestra Señora


Flores a María en el mes de mayo, consagrado a nuestra Señora

LECTOR. Purísima e Inmaculada Virgen María: Presentes ante tu trono tus hijos. Ante tu altar derramando con amor las flores de nuestros obsequios. Queremos contemplarte muy de cerca todos los días de este mes bendito, para que la fragancia de tus virtudes perfume nuestras vidas; para que el calor de tu mirada maternal nos aliente en nuestras luchas, nos consuele en nuestras penas, nos fortalezca de nuestros desfallecimientos.
TODOS: De nuevo nos consagramos a Ti. Tuyos somos. Tuyos queremos ser. Tuyos nuestros alientos de conquista. Tuyos nuestros ímpetus de combate. Tuyos nuestros ardientes deseos de pureza inmaculada. Tuyos nuestros ardorosos anhelos de ferviente apostolado.

LectorNuestro más santo orgullo, Virgen María.
Todos: Tenerte a Ti por Madre.

LectorNuestra más honda alegría.
TodosCantar siempre tus glorias.

LectorNuestro más ardoroso anhelo.
Todos: Prender almas de joven en tu manto azul, reluciente de estrellas.

Lector: Al brillar el sol de oriente.
Todos: Abre su cáliz la flor.

LectorY ábrese el alma que siente.
TodosLas miradas de tu amor.

LectorCantemos, Madre, tus glorias, guiados por la Iglesia Santa en este mes de ensueño.
TodosToda hermosa eres, María.

LectorY no hay en Ti mancha de pecado.
Todos: Tú, gloria de Jerusalén.

LectorTu, alegría de Israel.
TodosTú, honor de nuestro pueblo.

LectorTú, abogada de los pecadores.
Todos¡Oh, María, Virgen prudentísima, Madre clementísima!

LectorIntercede por nosotros ante el Padre, cuyo Hijo nos diste.
TodosPara que las flechas de nuestras vidas apunten siempre al cielo en que Tú habitas.

LectorMadre Purísima, azucenas de pureza sean nuestras vidas para Ti, blancas como el ampo de la nieve inmaculada, incontaminadas como el ara de nuestros altares. Dios te salve, María…
Todos: Santa María…

LectorReina y Madre de los apóstoles, siembra en nuestros corazones semillas de cielo, que rompan alegremente en rosas de apostolado de conquista a la mayor gloria de Dios. Dios te salve, María…
TodosSanta María…

LectorMadre nuestra, Santa María, que un destello de luz irradiando de Nazaret, ilumine nuestras vidas. Que contemplemos en Jesús, obediente y humilde, el modelo de nuestra vida de familia. Dios te salve, María…
TodosSanta María…

LectorSanta Madre de Cristo trabajador, que nuestras horas de trabajo y estudio, unidas a las de Jesús en Nazaret, ofrecidas con alegría por la conquista de nuestros hermanos, atraigan las bendiciones del cielo sobre nuestra obra redentora. Dios te salve, María…
TodosSanta María…

LectorReina y Madre de (nuestra familia, parroquia, etc.), que el Espíritu Santo, con la plenitud de sus dones, descienda sobre nuestros corazones en el mes más bello del año, en el Pentecostés solemne, que abrase nuestras almas en fuego de conquista, para que rindamos ante tu trono las almas de todos nuestros compañeros y amigos. Dios te salve, María…
TodosSanta María…

LectorEn este mes de las flores, alas te pido Madre.
Todos: Alas para volar.

LectorAlto, muy alto.
TodosSin descansar.

LectorNo me dejes plegar.
TodosLas alas que Tú me diste.

LectorHasta que llegue a esa tu luz.
Todos: Donde las sombras terminan.

LectorDonde estás Tú.
TodosAlas te pido Madre.

LectorAlas cargadas de almas.
Todos: Que vuelen también a Ti.

LectorAlmas, Madre, de mirada clara y profunda, que fija la vista en la altura, puedan cantar con nosotros.
TodosNo he nacido para el suelo, que es morada de dolor; yo he nacido para el cielo, yo he nacido para Dios.

LectorAlmas que serán perlas para engastar en tu corona de Madre, de Virgen, de Reina.
TodosDe Madre, las más tierna, de Virgen, la más pura, de Reina, la más misericordiosa.

LectorAlmas que unidas con nosotros en eternidad de eternidades te contemplen para siempre a la mayor gloria de Dios.
TodosAmén. 

viernes, 22 de abril de 2022

Convivir con adolescentes: 8 consejos para padres y madres en apuros. Niños que pasan a ser adultos.

Convivir con adolescentes: 8 consejos para padres y madres en apuros. 

Niños que pasan a ser adultos.

La adolescencia es una fase conflictiva. Los vertiginosos cambios físicos y psíquicos hacen que padres e hijos se sientan muy perdidos. La comunicación fluida ayuda mucho, pero a veces la paciencia es la mejor herramienta.

CONVIVIR CON ADOLESCENTES: ¿MISIÓN IMPOSIBLE?

De pequeños, te los comerías y, de mayores, lamentas no ha­bértelos comido.” ¿Quién no ha oído alguna vez esta simpática frase? Algunos no sólo la han oído, sino que la han pronunciado (aunque nunca lo reconocerían).

El caso es que muchos padres encaran con temor la adolescencia, tal vez recordando la que ellos mismos le montaron a los ahora abuelos. Y estos últimos, aunque en general intentan ser discretos y no hacer leña del árbol caído, a menudo nos miran de reojo con una sonrisa maliciosa, como diciendo: “¿Te acuerdas? ¿Ves lo que tenemos que aguantar los padres?”

Pues bien, hay esperanza. La adolescencia es dura a veces, pero pasa. Si no, piensa un poco: tú también fuiste adolescente, ¿no?

POR QUÉ LOS ADOLESCENTES SE COMPORTAN ASÍ

La adolescencia es una fase a menudo conflictiva que, hoy en día -porque parece que se va adelantando–, suele producirse entre los 12 o 13 y los 16 o 17 años.

Puede ir precedida por la preadolescencia, una fase más o menos larga de turbulencias más o menos intensas que a veces parece que empiece justo al acabar el cólico del lactante.

Existen –se cree– adolescentes estudiosos, ordenados, trabajadores, obedientes, siempre alegres, cariñosos y respetuosos con sus mayores. Si tu hijo es así, no te asustes; probablemente no le ocurre nada malo.

Pero también son muchos los que, en algún momento –o a cada momento–, tienen la habitación hecha un asco, acumulan ropa sucia debajo de la cama, se olvidan de hacer los deberes, pasan a nuestro lado sin saludar, se van de casa sin decir adiós, rechazan nuestros besos y abrazos, responden con exabruptos a los más inocentes comentarios.

Y hay más: prefieren contar sus secretos a cualquier desconocido antes que a sus padres, se burlan de nosotros, nos traspasan con algunas miradas asesinas o entran en crisis de ira, de llanto o de hosco silencio sin causa aparente.

Por no hablar de la ropa que llevan, de la forma en que hablan o de la música que les gusta.

ALGUNAS TEORÍAS...

Se han propuesto muchas teorías para explicar este tipo de conductas: que es cosa de las hormonas, que necesitan rebelarse contra sus padres para afirmar su propia personalidad, que lo que pasa es que están malcriados y muy consentidos porque se ha perdido el respeto y la disciplina y “no­sotros no éramos así”.

Cuando yo mismo era adolescente, una teo­ría muy en boga sostenía que los adolescentes no tienen en nuestra sociedad un papel definido, no son ni niños ni adultos, y eso les hace infelices y les pone de los nervios.

En las sociedades primitivas, nos explicaban, se llevan a los niños al campo unos días y hacen una ceremonia de iniciación. Cuando vuelven, ya son hombres a todos los efectos y problema resuelto.

Recuerdo haber deseado con ardor una ceremonia de iniciación. Años después, me enteré de en qué consisten exactamente tales ceremonias y empecé a pensar que, en realidad, “como aquí, no se vive en ninguna parte”.

 

PREVENIR ANTES QUE CURAR

La adolescencia no puede evitarse, por supuesto. Vendrá, seguro, y luego acabará, también seguro. Pero sus efectos serán distintos según cuál sea la situación de partida.

Tras una infancia feliz y una relación padres-hijo satisfactoria, la adolescencia es una sacudida. Pero si la relación ya era mala, o no había relación digna de tal nombre, comprenderás que la adolescencia no va precisamente a arreglarlo todo. Puede ser un verdadero desastre.

Si haces obedecer a tu hijo por la fuerza o por la amenaza de la fuerza o a gritos, ¿qué ha­­rás cuando sea más alto y más fuerte que tú? Permite que tu hijo actúe no por temor, sino porque desea obrar bien. Ese deseo le durará toda la vida.

Si le dejas llorar en la cuna, si no acudes cuando te llama, si deliberadamente haces oídos sordos a sus quejas, si le haces callar porque no te deja oír la tele, ¿esperas que a los trece años te pida ayuda en sus dificultades, te confíe sus secretos, te consulte sus problemas?

Los niños deben saber que pueden confiar en sus padres en cualquier momento, para cualquier dificultad, que no se les negará la ayuda que necesitan.

Pero si enseñas a tu hijo a obedecer siempre y sin rechistar, “porque lo digo yo”, “no me contestes”, “no quiero oír ni una palabra más”, ¿cómo esperas que sepa negarse cuando le ofrezcan alcohol, pastillas, relaciones sexuales que no desee o participar en una gamberrada?

Los niños deben aprender que tienen derecho a decir no y a que su negativa sea respetada

Si un niño no ve a sus padres más que a la hora de cenar, si su vida transcurre entre escuela, comedor escolar, actividades extraescolares, canguros y escuelas de verano, ¿qué relación habrá cuando llegue la adolescencia? Puede que ni se enteren.

TODOS HEMOS PASADO POR ESTA ETAPA VITAL

Tu hijo no sólo superará la adolescencia, sino que probablemente la negará. ¿Y no lo hacemos todos en cierta medida? Al echar la vista atrás, aquellos cambios de humor inexplicables, aquella magnífica inconsciencia nos asusta. Queremos borrarlos de nuestra historia. “En mis tiempos sí que estudiábamos”, “Nosotros respetábamos a nuestros mayores”, “Yo a mi padre nunca le hablé en ese tono”...

Los padres lo dicen bajito y nunca en presencia de los abuelos, pues corren el riesgo de ser inmediatamente desmentidos. Los abuelos, como ya nadie les puede desmentir, lo dicen alto y fuerte.

¿Dónde están todos aquellos hippies, “incomprendidos”, rebeldes sin causa, los que cantaban “soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha sabido comprender, porque nadie me ha tratado con amor”? Pues justo donde estarán dentro de veinte años los adolescentes de ahora: disfrazados de padres y jurando que ellos nunca fueron así.

Muchos años y varias adolescencias después, no puedo dejar de pensar que lo mejor, cuando se tiene un hijo adolescente, es esperar en silencio.

No te embarques en una lucha constante e inútil. La adolescencia pasará, así que concéntrate en mantener hasta entonces una buena relación.

AMANSAR LAS FIERAS

Estoy convencido de que pasar una adolescencia es como capear un temporal. No puedes hacer absolutamente nada para frenar el viento; sólo puedes intentar mantener el barco a flote hasta que amaine.

Y siempre, siempre amaina. A veces el fin de la adolescencia es brusco, casi como si hubiera tenido lugar una de aquellas ceremonias de iniciación.

Un día, los asombrados padres intercambian experiencias: "Oye, que me ha dicho adiós". "Pues a mi, ayer, me pidió la merienda por favor y me dio las gracias". Todo ha terminado.

Piensa que no pierdes un adolescente, sino que ganas un adulto joven. Por supuesto, no todo va a ser un camino de rosas. Entre los adultos, también hay conflictos. Pero es otra cosa.

CONSEJOS PARA RECONECTAR CON TU HIJO

Todo tiene su lado positivo. Te ofrecemos unos consejos útiles para sobrellevar esta etapa.

1. INTENTA VER SUS CUALIDADES

Busca el lado bueno, siempre lo hay. Seguro que tu hijo hace muchas cosas bien a lo largo del día, e incluso las que hace mal no las hace todo el rato.

En vez de convertirte en el típico padre o madre cascarrabias, rumiando continuos reproches (“¡Cuántas veces tengo que decirte...!”, “¡Mira que me tienes harta con tus...!”, “ Y a eso le llamas tú...”, “Este fin de semana olvídate de...”), esfuérzate por buscar cosas positivas, recordarlas, nombrarlas en voz alta.

2. CAMBIA DE PUNTO DE VISTA

Descubrirás que incluso algunas cosas que te parecían mal se pueden interpretar de otra manera. Piensa en esta frase como ejemplo: “Otra vez lo has dejado todo para la última hora, ¿crees que harás en una noche lo que no has hecho en todo el trimestre?”

Ahora compárala con esta otra: “Ayer te quedaste estudiando hasta muy tarde, veo que este trimestre te lo tomas en serio”. O bien “te pasas el día de cháchara con los amigos, más te valdría hacer algo útil” frente a “tus amigos te quieren mucho, siempre te llaman”.

3. HABLA BIEN DE TU HIJO

Los trapos sucios se lavan en casa. Los padres caemos con demasiada facilidad en la pequeña venganza de reunirnos con otros padres para poner verdes a nuestros hijos: “Si te cuento cómo tiene la habitación...”, “Y el tío, encima, va y me pide dinero para un disco...” Intenta evitarlo. ¿Qué pensarán los demás de tu hijo si hasta sus propios padres lo critican? ¿Te gustaría que tu hijo fuera contando todo lo que sabe de ti?

4. RECUERDA TU ADOLESCENCIA

Haz memoria. ¿A que también discutiste alguna vez con tus padres? ¡Y más de una! Intenta recordar qué sentías, por qué dijiste lo que dijiste y por qué hiciste lo que hiciste. Intenta imaginar qué sentían tus padres, por qué dijeron lo que dijeron (¡seguro que ahora te resulta más fácil!).

¿Todavía estás convencido de que tenías la razón, toda la razón, y de que tus padres eran unos retrógrados y autoritarios? Pues a lo mejor es eso lo que piensa ahora tu hijo.

5. DALE TIEMPO

Y a lo mejor también tiene razón (¿o también se equivoca?) ¿O, tal vez, con la perspectiva que dan los años y la experiencia, comprendes ahora que tus padres también tenían parte de razón, que tuvieron que (o que, honradamente, creyeron que tenían que) hacer lo que hicieron, que tú tampoco se lo pusiste fácil?

Pide ahora disculpas a tus padres y deja de esperar que tu hijo comprenda en dos días lo que tú has tardado veinte años en descubrir.

6. PIENSA QUÉ ES LO IMPORTANTE

Reserva tu autoridad para los problemas serios. ¿Qué más da que se tiña el pelo de verde o de rojo? Si saca buenas notas, ¿qué importa que estudie delante de la tele o mientras oye música?

Evita todos los conflictos que puedas evitar, transige en todo lo que se pueda transigir... y no temas ejercer tu autoridad cuando sea realmente necesario, cuando haya que cortar de raíz algún peligro.

Si no has desperdiciado tu autoridad prohibiendo mil tonterías, es más fácil que te obedezcan en lo que realmente importa.

7. MANTÉN LA CALMA

Antes de decir o hacer una tontería, cuenta hasta diez, hasta cien, hasta un millón. Y, al final, mejor que no digas nada. Las palabras pronunciadas ya no se pueden recoger después.

Repite como una letanía, o un mantra: “Él no es así”, “son las hormonas”, “se le pasará”, “él no es así”, “son las hormonas”...

8. RECUERDA QUE TE QUIERE

Tal vez lleva un tiempo en que casi no lo demuestra, en que rehuye los besos y abrazos. Pero te quiere igual; y si sabes estar atento, lo notarás.

Un padre que conozco repite con orgullo las palabras de su hija de quince años: “Dicen mis amigas que qué suerte tengo, porque les he dicho que no me castigáis nunca”. “Momentos así”, dice mi amigo, “dan sentido a una vida”.

https://www.cuerpomente.com/psicologia/hijos/convivir-adolescentes-8-consejos-padres-madres-apuros_1050

martes, 19 de abril de 2022

Por su novia cambió el rock duro de signos satánicos por un grupo de oración: «Me fue transformando»

 Por su novia cambió el rock duro de signos satánicos por un grupo de oración: «Me fue transformando»

Guillaume.
El deseo de complacer a su novia fue acercando poco a poco a Guillaume a la fe en Dios.

Los padres de Guillaume le amaban a él, "pero no se amaban entre sí" y se divorciaron.

Siendo joven, se aficionó al rock duro no solo tocándolo como género musical (“sigo siendo un fan”), sino como forma de vida. Se introdujo en un mundo “en el que faltan referencias: arrastra a muchos excesos”. Él carecía de toda convicción religiosa, pues, como ironiza en su testimonio a Découvrir Dieu, en ese entorno “las únicas relaciones que hay con la religión consisten en la edad de Jesucristo, 33 años”. ¿Por qué? Porque a esa edad tales excesos empiezan a pagarse y hay quien lo deja, pero también “hay quien puede suicidarse…”

Una joven distinta a las demás

Pero en su caso, antes de llegar a ese límite, “felizmente” conoció a una chica “que no era como las demás”. Empezaron a salir, y muy pronto ella le presentó a su familia, donde encontró un recibimiento  que le sorprendió, pues temía que hubiera un choque: “Me acogieron con los brazos abiertos. Me quedé hiper-sorprendido, porque yo tenía el estilo hard rock: pelo largo y rapado por debajo, pantalones y cazadoras que no olían muy bien, camisetas satánicas que daban miedo…”

Guillaume descubrió otra cosa: esa familia era “algo más que una familia” por el hecho de convivir, se veía que “se amaban”. Eran una familia cristiana.

Pronto comprobó que tan buena acogida implicaba una contrapartida para él: “La chica me puso condiciones. Si queríamos ir más lejos, tendríamos que casarnos”. 

“¡Ah, no, esto no me gusta! ¡No me lo esperaba!”, pensó él para sí. Evocó que en su familia había habido “demasiados divorcios” y todo había sido “demasiado complicado”: “Pero lo cierto es que la quería, así que decidí hacer un esfuerzo”, confiesa.

Construir sobre roca

Y, como en los viejos catecismos, la primera, en la frente: su novia acudía a grupos de oración y le invitó a ir. Guillaume hizo el esfuerzo prometido. Le resultó “extraña” la forma en la que rezaban, alzando las manos, algo característico de los grupos carismáticos, donde además la música es esencial en la oración: “El caso es que cantaban, y como a mí me gusta tocar la guitarra, les acompañaba. Me resultaba simpático”. 

Luego, Guillaume fue ampliando su conocimiento de la Iglesia porque en ocasiones acompañaba a la joven cuando iba a la iglesia. “Fuimos continuando así nuestra preparación. Fue un tiempo muy intenso. Se aprende a descubrir al otro. El noviazgo supone una prueba, pero es muy importante. Algo me fue transformando".

También acudieron juntos a varios retiros, uno de ellos en una abadía, donde todo les fue “muy bien”. Los directores del encuentro fueron, eso sí, “muy directos” al hacerles reflexionar con realismo sobre lo que implica el matrimonio.

-¿Vas a soportar a este tipo? ¿Toda la vida? -les decían.

-Sí, sí -respondía Guillaume.

No se asustaba al irse introduciendo en un mundo hasta entonces desconocido para él. “Todo aquello me convencía”, continúa, “porque yo veía que queríamos construir algo sobre roca. Pero ¿sobre qué roca? Me dije que tenía que haber algo debajo”.

No tardaría en encontrarlo.

Jesús, "un Alguien"

“No recuerdo exactamente qué día fue. Había ido a la iglesia solo por acompañar a mi novia", recuerda: "Allí empecé a notar que había algo que me afectaba más de lo habitual. Pensé: ‘Realmente hay algo’. Abrí mi Biblia y empecé a leerla. Y al hacerlo se derrumbaron de repente muchos prejuicios. Descubrí a Dios, pero no solo a Dios, también a un Padre que nos ama y que me decía: ‘¡No temas!’ Eso me marcó enormemente. Aquel día se sembró una semilla que empezó a crecer”.

Algún tiempo después, Guillaume y su novia fueron al gran encuentro de jóvenes que cada verano organiza la comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial (Francia): “Tres mil jóvenes que se reúnen y rezan de rodillas… ¡Es impresionante! Tres mil personas, y ni un solo ruido… Entonces, recé. No sabía rezar mucho, pero muchas cosas pasaron por mi cabeza. Y en ese momento, no sé si fue un milagro -quizá sería demasiado, no me atrevo a decirlo-, pero… ¡conocí el rostro de Cristo! Sentí un calor, un amor… me puse a llorar de alegría al descubrirLe…"

Fue el nacimiento de un nuevo Guillaume: "Desde entonces, Jesús realmente se convirtió en Alguien para mí: alguien que está en mi corazón, en mi espíritu, en mi vida, a quien puedo hablar todos los días, a quien puedo confiar mis momentos más duros".

Esa era la "roca" sobre la que edificar su nueva vida, tan distinta a la que él había conocido en su hogar: "Me ayudó a construir mi familia, a creer en la familia. Hoy tengo una familia numerosa plena de amor. Y quiero compartir esa felicidad, que es una felicidad de Dios. Es la alegría de saber que no estamos solos en la tierra. De saber que es verdad que Dios es amor".

https://www.religionenlibertad.com/personajes/916752563/novia-rock-duro-signos-satanicos-grupo-oracion-transformando.html


viernes, 1 de abril de 2022

LA IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA

 Una de las claves de la ‘educación afectiva’ es el desarrollo de una valoración ajustada de uno mismo. Ello implica conocer las propias fortalezas y debilidades de manera realista, mostrarse seguro de sí mismo en la realización de tareas y actividades y en la relación con los demás, de manera que al juzgar y al expresarse prevalezca la asertividad, así como una aceptación natural de las observaciones y las críticas. 

La imagen que tenemos de nosotros mismos, el autoconcepto, se empieza a adquirir en los primeros meses, al percibir cómo nos valoran los demás: según nos tratan, así nos sentimos. A partir de esa imagen, que vamos perfilando con el paso de los acontecimientos, adquirimos una mayor o menor confianza en nosotros mismos, a la que llamamos autoestima.

La autoestima está en la base de nuestra personalidad. Uno se siente capaz, valioso o, por el contrario, inseguro, indigno, poco valioso. Todo empieza con el sentimiento de confianza básica, sobre todo en el primer año y medio de nuestra vida. El bebé recibe el calor del cuerpo de la madre y sus cuidados amorosos y se siente en cierto modo “centro del universo”. La presencia o ausencia de este sentimiento básico influirá significativamente en el desarrollo emocional y social del niño. Según Erikson, desarrollar este sentimiento básico lleva a percibirse como alguien que “vale” para los demás; por el contrario, no haberlo hecho origina una imagen y valoración de sí mismo inestable e insegura. En consecuencia, la vida aparecerá como algo estimulante y positivo o, por el contrario, como algo negativo y hostil.

A continuación, a partir del año y medio, es bueno que sobrevenga la conciencia de los propios límites, darse cuenta de que hay que compartir nuestro escenario con otras personas que también reivindican su lugar y sus derechos, lo que irá aportando un sentido de la realidad y de los propios deberes, absolutamente necesario para evitar caer en el egocentrismo y la dependencia afectiva.

Las personas con alta autoestima tienen una visión de sí mismas bien articulada y positiva, se conocen mejor. Confían en sus fuerzas, capacidades y virtudes, por lo que se muestran activas, asertivas y motivadas para buscar el éxito; muestran mejor rendimiento en muchas áreas de su actividad y en sus relaciones. 

Las personas con baja autoestima, por su parte, muestran inseguridad acerca de sí mismas y en sus capacidades; son más inestables, dependen mucho del juicio ajeno, de hechos concretos, se sienten más vulnerables y muestran más dificultades para enfrentarse a la adversidad. Están más motivados por evitar el fracaso, el rechazo, la humillación, que por alcanzar el éxito. Son por ello más dependientes. 

Para ayudar a un niño o una niña a que mejore su autoestima, lo primero que hay que hacer es ganarse su confianza, asegurándole que nuestra estima es incondicional y que no depende de su éxito o fracaso. Ayudará responder a sus necesidades, jugar con él o ella, implicarle en las tareas de ayuda en casa, reconocer y alabar sus éxitos, ofrecerle ayuda adecuada -nunca excesiva-, alentarle a que se conozca y se acepte, a explorar y consolidar sus capacidades y, a partir de aquí, a que se arriesgue, con cierta cautela. El miedo sólo desaparece afrontando el miedo.

Es muy importante, en suma, aprender a tolerar la frustración. Pero de esto hablaremos seguidamente. 

Andrés Jiménez Abad 

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