Relaciones prematrimoniales
La mentira de la relación prematrimonial (“Saber amar con el cuerpo”)
Hay algunos temas que basta razonarlos un poco para ver que la opinión que mantiene la mayoría de la sociedad es insostenible en sí e incompatible con los valores del Evangelio. Uno de tales temas es el de las relaciones prematrimoniales. Los medios de comunicación, la moda, la ideología moderna y lo que "piensa la mayoría" nos quieren engañar. La verdad es que si todavía no nos hemos casado, entonces no nos hemos comprometido y el acto sexual es expresión de esa entrega total y de ese compromiso para siempre.
Si se entiende esta realidad de la entrega matrimonial, se entiende también que no es lo mismo acostarse cuando todavía no nos hemos casado, que hacerlo después. Si todavía no nos hemos casado, entonces no nos hemos comprometido. Y la única realidad que hay en mí es mi enamoramiento, que todavía no he transformado en un amor voluntaria y libremente asumido como entrega, aunque ése sea mi deseo y mi intención.
La locura del acto sexual es expresión de la locura de esa entrega total y para siempre. Si todavía no hay esa entrega para siempre, el acto sexual es una expresión falsa, porque todavía no existe eso que dice expresar.
Podría decir alguno: - Pero si se quieren y van a casarse, por ejemplo, el mes que viene, ese acto sexual no sería mentira, ya hay un amor ahí.
A esto hay que responder que lo que hay, de momento, es enamoramiento y deseos de entrega. Si todavía no ha habido matrimonio, de hecho, todavía no ha habido esa entrega total e irrevocable que estamos llamando locura.
Un ejemplo puede ayudar a entender esto...
Imaginemos que al día siguiente de haberse acostado una pareja, uno de los dos tiene un accidente y queda terriblemente desfigurado de por vida.
Pensemos en el caso del otro.
Si todavía no ha realizado ese acto de la voluntad que se entrega “en la salud y en la enfermedad” – es decir; si no se ha casado -, sufrirá hondamente la pérdida, y el dolor de aquel a quien ama, pero, pasado un tiempo, quizá se plantee la posibilidad de rehacer su vida con otra persona. Porque su vida sigue siendo suya, todavía no la había entregado, aunque tenía intención de hacerlo. Pero si se ha entregado, su vida ya no es suya, es del otro. Tiene una obligación, de honradez para consigo mismo, y de estricta justicia para con el otro. En la salud y en la enfermedad su corazón y su cuerpo ya no son suyos, son del otro.
Ésa es la realidad de la diferencia entre el antes y el después: es la realidad de la propia entrega. Se entrega el cuerpo porque se ha entregado la propia vida, de verdad. Antes del matrimonio, puede existir la realidad del enamoramiento, y la intención de entregarme, pero todavía no existe la realidad del amor y de la entrega libremente asumidos para siempre. Uno, de hecho, todavía no se ha entregado, no se ha atado, no se ha tirado del avión. Por eso, hacer el amor es verdad, y por tanto bueno, sólo después de la boda, que no consiste en una celebraciones externa, sino en ese acto de la voluntad que se entrega para siempre por amor.
La locura de la carne es verdad cuando expresa la realidad de esa otra locura que es haberse entregado para siempre, pase lo que pase. Entonces las dos locuras son grandes y nobles, porque son verdad. Si no, la locura de casarse es mentira. Y la locura mentirosa y falsa, además de ser mala, es dañina y peligrosa.