Pastoral del obispo de Alcalá ante el «cóctel de marxismo y liberalismo
consumista»
Reig Pla se apunta a la Opción Benedictina:
«las familias deben asociarse» en comunidades
Nuestra época es especial, "anómala", distinta a la de siglos pasados, es especialmente hostil, insiste el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, en su última carta pastoral. Por eso, constata, ya no basta con "acudir a Misa los domingos y festivos y llevar con la familia una vida ordenada", como algunos querrían.
Las familias cristianas, muy débiles y acosadas, necesitan
asociarse y crear comunidades, incluso arrastrar a sacerdotes a ellas
(porque las iniciativas salen de las familias) y ser "levadura en la
masa". Sólo así -y no desde el individualismo ni la masa anónima- podrán
transformar eventualmente a esta sociedad deshumanizadora, de
individuos solos, esclavizados por el consumo y la tecnología que distrae.
Reig Pla no menciona el libro La opción benedictina de Rod Dreher, pero su Carta
Pastoral menciona 15 veces a San Benito y 40 veces la palabra
"comunidad". Es una carta sobre laicos: son los laicos los que deben
fortalecerse creando comunidades. "Es la propia gracia del bautismo la que
debe moverles [a los laicos] a no conformarse con una vida cristiana
superficial, que no garantiza la transmisión de la fe a sus hijos",
dice.
La situación es gravísima y la comunidad necesaria
Reig Pla sabe que la idea de "comunidad" resulta incómoda a
muchos cristianos. Pero ante la gravedad de la situación en España no ve más
posibilidad.
"Para evangelizar nosotros hemos de poder decir a los que
viven sin fe: “venid y lo veréis”. Y ¿qué han de ver? Una comunidad de
hermanos que viven identificados con la caridad", concreta.
"Hemos de ser conscientes de que el presente y el futuro de la fe
requieren urgentemente proyectos de vida comunitarios con
fuerte identidad cristiana. Vivir la fe a la intemperie resulta cada
vez más difícil", insiste.
"No reclamar la ayuda de los movimientos con experiencia de vida
comunitaria es estar ciegos ante el fenómeno de la descristianización
que estamos sufriendo en
España", añade.
Y más aún: "Alguno me puede preguntar: ¿Y esto qué añade a acudir a
Misa los domingos y festivos y llevar con la familia una vida ordenada? La
respuesta es sencilla. [...] hoy necesitamos personalizar la fe y poner
nuestra persona y nuestras familias en juego con otros para edificar,
por la gracia de Dios, la Iglesia. La pequeña comunidad ofrece esto
mismo: caminar con otros en el seguimiento de Cristo y recibir
el testimonio de otros, conociendo también sus debilidades, que son
como las nuestras. ¿Y con esto qué hemos arreglado? Con eso damos respuesta al
problema más grave que tiene nuestra sociedad [...] el
problema de la soledad".
Respuestas creativas como las de San Benito
Y añade: "Cuando la sociedad y sus leyes no favorecen un proyecto de
vida comunitario acorde con los principios de la fe y la moral católica hemos
de buscar respuestas creativas que actualicen lo que San Benito
proporcionó para su época: enseñar de nuevo el arte de vivir humano y
cristiano".
Y en otro momento: "vivimos actualmente en España es una
situación anómala, que se acrecienta por el descenso de la
nupcialidad, por el retraso de la edad para casarse, por las rupturas
familiares y por el invierno demográfico que estamos sufriendo. Una situación
así no se arregla de cualquier manera. Necesitamos en primer lugar tomar
conciencia de la grave situación. Las familias deben asociarse y
buscar juntas caminos de solución que abarquen todos los aspectos,
incluido el político y los medios de comunicación. Puestos a comenzar, hay
que garantizar a los niños una buena educación en las virtudes, en el
amor..."
Reglas, horarios, orden... para vivir con fe
Igual que San Benito fundó una Regla que establecía un orden diario en la
vida del monje, poniendo a Cristo en el centro, también los cristianos de hoy
deberían hacerlo. El obispo propone reglas para el cristiano
individual, reglas para la vida en familia, y reglas para crear comunidades entre
familias. Porque sin reglas, improvisando, nuestros horarios enloquecidos y con
mil impulsos, destrozarán la vida cristiana del individuo, de la familia y de
la Iglesia.
Esas reglas señalarían momentos para quedar y hablar, momentos para rezar,
momentos para visitar amigos y parientes, momentos para no usar móvil ni tablet
y apagar el ordenador... porque si estos momentos no se establecen,
entonces nunca se reza, ni se habla ni se visitan parientes ni se apaga el
móvil. Esto es necesario para adultos e imprescindible para niños y
jóvenes. Esas reglas se vivirán como ritos en la familia.
Un nihilismo optimista que mata lentamente
Reig Pla ve todo esto necesario ante la grave situación que atraviesa la
sociedad española. Da una lista de males morales, pero aclara que son sólo
síntomas de un "nihilismo optimista" que como "un
virus" va matando el alma atándola a las pasiones.
"Si bien los acentos marxistas y liberales están siempre presentes en
el ámbito cultural que nos rodea, hoy la situación en la que nos
encontramos es más extrema. Estamos envueltos en una guerra cultural en la
que el laicismo no persigue o ataca violentamente los cuerpos, sino que se ha
introducido como un virus en las almas, en el hombre interior y está deconstruyendo
lo humano. No sólo me refiero a la destrucción de la vida humana
mediante el aborto legal y las técnicas de la llamada
reproducción asistida; tampoco me refiero únicamente a la mentalidad
divorcista, a la destrucción legal del matrimonio, que supone acabar con el
pilar social que representan las familias para el bien común; ni siquiera
me refiero como algo aparte a la ideología de género que niega
la diferencia varón-mujer y que promueve la deconstrucción de la identidad
humana en multitud de géneros y de orientaciones sexuales, que afectan también
al campo educativo y sanitario. Tampoco quiero
considerar como algo separado de la enfermedad global de nuestra cultura lo que
ocurre en el campo laboral y en los mismos sindicatos, en la política y en los
medios de comunicación, que nos encaminan hacia el pensamiento único,
cambiando la realidad con el lenguaje manipulador", enumera...
"Todo lo dicho anteriormente son síntomas de una enfermedad global que
mata el alma. Esta enfermedad, anclada en un individualismo
cerrado a la auténtica relación y encuentro con el prójimo, se llama
nihilismo y exalta la soberanía de la voluntad del individuo para
construir su cuerpo, su orientación sexual y afirmar la libertad como la
posibilidad de todas las posibilidades. Es, por tanto, un nihilismo
optimista que, como un virus pernicioso, va matando el alma,
sujetándola a los instintos y pasiones, poniéndola a merced de los
sentimientos y afectos".
Una guerra entre los poderes del mundo y las familias
Para el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, los poderes económicos del
mundo quieren "ir vaciando el planeta" y para ello
pueden usar apariencias marxistas o liberales, pero en realidad sólo quieren
hacer personas esclavas del consumo y la tecnología.
"Esta guerra es entre los poderosos de este mundo, movidos por
el Maligno, y los pobres, comenzando por aquellos que no pueden nacer.
Es una guerra promovida por grandes poderes financieros que quieren ir vaciando
el planeta por todos los medios. Son ellos quienes, sirviéndose de programas elaborados
en grandes universidades, nos quieren encaminar hacia el pensamiento único,
atravesando nuestra alma, estimulando nuestros sentimientos y nuestras pasiones
para que en nombre de una libertad ficticia se destruya nuestra
libertad, que necesita de la virtud", afirma Reig Pla, veterano
estudioso de la ideología de género y las corrientes antifamilia.
"Las apariencias marxistas (colectivistas) o liberales
(individualistas) están manejadas por los poderosos, que por primera vez han
logrado entrar en las almas de las personas destruyéndolas (haciéndolas
esclavas del consumo) en nombre de la libertad. Lo he recordado en
varias ocasiones: los poderosos han logrado hacer un cóctel entre el marxismo y
el liberalismo en el que se exalta al individuo (ciudadano) sin raíces ni
cimientos: rotos los vínculos con su cuerpo, con su familia, con
la tradición, con la patria, etc., sólo queda el eslogan “derecho a
decidir todas las posibilidades”, olvidando que la libertad está dirigida e
impulsada necesariamente por el poder mediático y tecnológico que la
aboca a consumir".
"Es esta una guerra perniciosa, porque las personas no la notan y,
engañados en nombre de la libertad aparente y perversa, cada vez son
más esclavos del consumo, de las adicciones y de la distracción que
acaba embotando el alma, oscureciendo la conciencia moral y destruyendo lo
específicamente humano. Los poderosos mercaderes ofrecen la redención
mediante la tecnología y el consumo. Para ello necesitan destruir toda
resistencia, sea promovida por la conciencia moral o sea promovida por
la virtud y los vínculos familiares o comunitarios. Por eso necesitan
exaltar al individuo solitario o masificado, sin el soporte de la familia y
de los lazos solidarios de la comunidad. Necesitan individuos sin
la propiedad necesaria para organizar espacios de vida que respondan a la
verdad de la vocación humana, a la relación fraterna y a
formar un pueblo que sabe marcar su rumbo. Un pueblo así sabe generar modos de
vida humanos y cristianos, que promuevan la cultura de la vida y sabe organizar
su trabajo, privilegiando las virtudes para ganar la auténtica
libertad para el bien personal, familiar y para el bien común", añade.
Lo que temen los malos: personas formadas y críticas
Y ¿qué es lo que más temen estos poderes antifamilia y antirreligiosos?
"Lo que más teme el poder laicista, de pensamiento único y promotor del
consumo, son las unidades de resistencia: personas formadas con
espíritu crítico, familias sólidas abiertas a la vida y sostenidas
en procesos comunitarios e iniciativas que generen un pueblo
como la Iglesia, que vive del Evangelio, está enraizada en Cristo,
cabeza de un pueblo, que forma una comunidad fraterna -el Cuerpo de
Cristo- y que se abre a la relación desde la caridad -participación del ágape
divina- vivida personalmente y en los ámbitos familiar, social y político.
Desde esta perspectiva hemos de afrontar la formación de los laicos
para que sea de un modo integral", añade.
La carta pastoral completa se puede leer aquí en PDF.