lunes, 29 de julio de 2019

Comunicarse y compartir: La ayuda mutua y la administración de los bienes.


Comunicarse y compartir: La ayuda mutua y la administración de los bienes.
Fuente: MFC


Si en nuestra vida en común hay diálogo, confianza, aceptación, comprobaremos que será más fácil llevar a cabo una de las obligaciones básicas del matrimonio como es la ayuda mutua. Al valorar más la comunicación personal entre los esposos, se contribuye a humanizar toda la convivencia familiar.(AL.32).La ayuda mutua entre los cónyuges es una obligación legal de nuestro ordenamiento jurídico, pero ¿en qué consistirá tal ayuda?

          La situación en que el marido realizaba el trabajo retribuido mediante un empleo o profesión y la esposa se dedicaba a las tareas del hogar, que imponía una clara división del trabajo, es hoy residual y minoritaria. Generalizado el trabajo profesional de los dos miembros de la pareja, cada uno de nosotros tendrá un campo concreto y separado del otro en que tendrá que realizar su vocación, su profesión, y al mismo tiempo un hogar, una casa común, en la que convivir juntamente con los hijos que van llegando.
         En cuanto a las tareas de hogar, habrá que aceptar que el hombre y la mujer son iguales ante todos estos trabajos. Esta es una igualdad básica que hay que asumir y en la que hay que educar a nuestros hijos. No hay ninguna razón para establecer trabajos masculinos y femeninos. Esto no quiere decir que todos tengamos idénticas habilidades: unos pueden tener unas y otros otras. Podemos buscar la forma de complementarnos, pero en ningún caso podemos invocar el sexo para eludir ningún trabajo en el hogar.
          También será necesaria la ayuda mutua respecto al trabajo de cada uno fuera del hogar ya que cada uno necesita el apoyo, la comprensión, el ánimo del otro. Esta será una ayuda mutua de gran valor, pues será un elemento más de unidad, de reflexión compartida, de toma de decisiones en común. Ninguna preocupación de un cónyuge puede ser ignorada por el otro, salvo cuando se trate de cuestiones que exigen un secreto profesional, pero incluso en estos casos, sin que haya que revelar nada, el otro comprenderá y apoyará.
          Hay que insistir en que la ayuda ha de ser mutua, es decir, ambos deben estar dispuestos a dar y recibir. Si uno de los dos o ambos se considera superior al otro, si uno u otro plantea la ayuda como exigencia o la ofrece con suficiencia, no se habrá compartido nada y la convivencia puede peligrar. Pedir ayuda con naturalidad, ofrecerla con alegría, ponerse en el lugar del otro para comprenderlo, reflexionar en común con seriedad, consolidará a la pareja. En su unión de amor los esposos experimentan la belleza de la paternidad y la maternidad; comparten proyectos y fatigas, deseos y aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente.(AL.88) Compartir y comunicarse siempre y en primer lugar con su pareja, antes de acudir a otras personas, aunque luego de común acuerdo se busque la ayuda de terceros si es necesaria.
          También las aficiones habrán de compartirse o al menos evitar que sean motivo de alejamiento. La vida en común es una constante búsqueda de espacios de coincidencia que exigirá actitudes comprensivas y generosas por parte de ambos.
          Las leyes civiles se ocupan ampliamente de los bienes de los cónyuges y establecen las dos formas más comunes de administración de los mismos: régimen de gananciales y de separación de bienes. No entramos a estudiar en este tema estas cuestiones legales, pero las citamos a fin de señalar la importancia que ello tiene. Los bienes que la pareja aporta al matrimonio y lo que uno o ambos cónyuges ganan con su trabajo o actividad, podemos llamarlos “el dinero”, y vamos a reflexionar sobre su incidencia en la vida de la pareja. Porque puede ser un medio eficaz para realizar nuestro proyecto común o una fuente de discordias si no existen las importantes actitudes que venimos analizando en los temas de comunicarse y compartir.
           La economía familiar es un espacio importantísimo en el que ejercitar el diálogo, la reflexión, la decisión compartida. Exige haber llegado a reconocernos como un “nosotros”, superando un tú y yo independientes, lo mío y lo tuyo por lo “nuestro”. También serán “nuestras” las estrecheces, las dificultades, las deudas, las obligaciones. La abundancia o la escasez, los buenos tiempos y los malos, habrá que compartirlos tomando decisiones adecuadas. La convivencia se verá seriamente afectada si cada uno pretende decidir solo respecto a cómo gastar el dinero que gana o aporta o si exige al otro que asuma, también solo, obligaciones que deben ser comunes.
          El empleo del dinero exige una escala de valores previa y compartida. Habrá que decidir en cada momento lo que podemos gastar, lo que de verdad necesitamos. La influencia del consumismo es avasalladora, la creación de necesidades, la ilusión de que se puede ser más feliz con más cosas, son una tentación constante para toda la familia.
Si la pareja es fiel a esa escala de valores respecto al uso del dinero, en lugar de dejarse dominar por él, podrá transmitir a sus hijos esa actitud adecuada de lo que realmente es necesario y no fundará en saciar “falsas necesidades” la buena marcha de la familia. El dinero también puede provocar problemas cuando escasea o falta para cubrir las propias necesidades. Por ello deberíamos ejercitarnos en una virtud de la que se habla poco: la austeridad. Ella hace más llevadera la vida cuando hay dificultades y nos dará una mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás y por consiguiente nos impulsará a compartir nuestros bienes con el prójimo. Educar a los hijos en el valor de la austeridad es prepararlos para la vida, dotándolos de una defensa inmejorable para afrontar las vicisitudes que les aguardan en su futuro.